“Ni siquiera pueden conseguirse un rey decente, ¿verdad?”, refunfuñó Heidi, limpiando cuidadosamente con un paño a su mascota, la serpiente venenosa Koba. A Heidi no le gustan los impostores, sobre todo después de lo que le pasó hace quince años.

Aún era un niño cuando Gurjar llegó al bosque, paseándose prepotente con su séquito a cuestas. Eclipsando el sol con su grandeza, ¡parecía el tigre más hermoso del mundo! Todos los animales se reunieron alrededor para escuchar con entusiasmo los discursos del nuevo héroe, cuyas sabias palabras fluían como ríos. Y nadie dudaba de que debía convertirse en el nuevo rey del bosque.

En aquella época, los humanos y los animales empezaban a llevarse bien. Y parecía que las cosas mejorarían aún más con el nuevo rey. Gurjar se metió rápidamente en su nuevo papel, nombró sirvientes y estableció la rutina diaria para todos. Pero el temperamento del tigre resultó ser todo un desafío: sólo se podía ganar su regio favor mediante una obediencia incondicional.

Las relaciones entre los animales y la gente también empeoraron: el rey Gurjar empezó a ordenar a sus siervos que saquearan los campos y las aldeas humanas. Después, los asaltos a pueblos se convirtieron en ataques a ciudades. Pero la gota que colmó el vaso fue la desaparición del hijo recién nacido del gobernante humano. Apesadumbrado, el rey acusó a los habitantes del bosque de secuestrar a su heredero. Enfurecidos y armados hasta los dientes, los humanos partieron hacia el bosque para vengarse. Los animales, mortalmente ofendidos por tan grave acusación, también se prepararon para un sangriento enfrentamiento.

Pero el pequeño Heidi tenía un plan diferente. Amante del camuflaje y conocedor del bosque como la palma de su mano, se dirigió directamente al palacio de Gurjar. Al asomarse por la ventana y esperar ver al rey de la selva haciendo planes para la defensa de su reino, se quedó boquiabierto al ver lo que realmente vio: ¡un enorme y repugnante demonio a punto de devorar al bebé secuestrado! ¿Qué hacer, cómo detener el asesinato? Heidi buscó desesperadamente algo que arrojarle: “¡una serpiente, eso servirá!”, y la arrojó por la ventana. La serpiente estaba bastante desconcertada por este giro de los acontecimientos, pero sin embargo hundió obedientemente sus dientes en el objetivo. Sorprendentemente, esto fue suficiente para enviar al monstruo de vuelta al infierno. El niño se salvó, y los humanos, al enterarse de que Gurjar era en realidad un demonio, suspendieron el ataque. Los habitantes del bosque no tenían la culpa de la villanía; el malvado demonio sólo había querido sembrar la discordia entre humanos y animales. Así, la paz volvió a reinar entre ellos. La serpiente venenosa, Koba, tampoco olvidará nunca ese incidente y, desde ese día, Heidi y él son los mejores amigos.

“Reyes, reyes...” Heidi sacudió su desgreñada cabeza: “¿Quién los necesita? La vida ya está bien así”. Escupió en la hierba, estiró las piernas y se dirigió al campamento de los Guardianes.