Nuestra historia se desarrolla en el siglo pasado, en la provincia de Mato, conocida en todo Dominion por su hermoso hospital, Kata Ki. Entonces, como ahora, las frecuentes ventiscas cubrían las cumbres rocosas con un espeso manto de nieve, haciendo la zona prácticamente intransitable. Pero para los gatos salvajes, estas duras tierras son su hogar. Pues bien, hace dos eras...

Sacudiendo la nieve de las ramas de cedro y soltando sonoras carcajadas, la joven gata Lian jugaba al escondite con sus amigos. Detrás de su oreja brillaba un broche dorado en forma de hoja, regalo de la manada. ¡Qué tiempo tan despreocupado! ¡Ser joven y vital! Sin embargo, había algo en el aire invernal de aquel día, algo que llamaba a Lian a adentrarse en el bosque. Y así corrió y corrió, bordeando ágilmente los ventisqueros y saltando por encima de los árboles caídos, hasta que lo encontró, allí tendido, congelado y sin apenas respirar...

Es bien sabido que, para los gatos, los humanos son criaturas algo groseras y torpes. Pero este era diferente. Era el humano más hermoso que Lian había visto nunca. Sus pestañas atrapaban los copos de nieve que caían, y sus labios morados temblaban débilmente... ¡Oh dioses, se está muriendo! Lian hundió los dientes en el cuello del pobre hombre y lo arrastró fuera del bosque. Unas horas más tarde, llegó a las afueras de la ciudad. Se acercó a la casa más cercana, llamó a la puerta con las patas y volvió corriendo a la seguridad de los arbustos, donde nadie la podía ver. Asomándose desde su escondite, se dio cuenta de que se le había caído el broche en el porche, junto a él. Pero ya era demasiado tarde. Al oír movimiento cerca, se adentró en el bosque.

Al volver a casa, Lian sintió un profundo dolor en el corazón que nunca antes había sentido. ¿Qué era esa sensación? ¿De dónde venía? La imagen del hombre congelado irrumpió en su mente y se dio cuenta de que se había enamorado. ¿Cómo podía ser? ¡Eso es imposible! ¡No sabía nada de ese hombre!

Al mismo tiempo, a pocos kilómetros de distancia, el hombre al que ella había salvado se despertaba con un misterioso dolor en el corazón, un anhelo por alguien a quien nunca había conocido. En cuanto Hiroshi —así se llamaba— pudo mantenerse en pie, corrió hacia el bosque con el broche dorado en forma de hoja entre las manos. No sabía qué aspecto tenía su salvadora, pero por alguna razón estaba seguro de que reconocería a la chica cuando la viera. Pero por más que vagaba por los senderos del bosque, no encontró a nadie, salvo a un cazador al acecho de su presa.

Mientras tanto, el paso de los días era una tortura para Lian, a medida que el dolor de su corazón se apoderaba de ella. Se quedó sola en una madriguera, aislada, y, por primera vez en su vida, se resintió de su especie y comenzó a soñar con una sola cosa: convertirse en humana para poder conocer a su amado. Llena de lágrimas, desesperada y agotada, se acurrucó y se quedó dormida.

A la mañana siguiente, Lian no se atrevió a abrir los ojos durante mucho tiempo. No quería volver a la monotonía que la esperaba cada vez que se despertaba. Finalmente, sintiendo que su mano se había entumecido bajo su peso, se incorporó y abrió los ojos. ¿Qué había pasado con su mano? Dio un respingo asustada y se miró.

“¿Cómo puede ser? ¡¡Soy humana!!” Cubriéndose con un trozo de tela, salió corriendo hacia el río, sin notar el frío. Al mirar su reflejo en el agua, Lian no vio su conocida forma de gato, sino a una mujer morena de hermosa figura. Lo único que quedaba de su verdadera naturaleza eran unas bonitas orejas de gato y una grácil cola. “Debo encontrarlo”, fue el primer pensamiento de la muchacha, que se dirigió entusiasmada a la ciudad. Al probar su nuevo cuerpo, se dio cuenta de que era sorprendentemente natural y de que sus movimientos eran ligeros y fluidos.

Desde la linde del bosque, ya se veían los tejados de las casas. Y entonces lo vio. Hiroshi no había renunciado a encontrar a su salvadora, y aquí estaba de nuevo, preparándose para adentrarse en el bosque, broche de oro en mano. Sus miradas se cruzaron y ambos se quedaron inmóviles, sin atreverse a creer que aquello fuera real. ¿Pero qué pasó? ¿Por qué la alegría de su expresión se había transformado de repente en preocupación?

Hiroshi corrió de pronto hacia ella, saltó con todas sus fuerzas y derribó a la chica. Al mismo tiempo, Lian oyó un fuerte estruendo procedente de algún lugar cercano. Se levantó con dificultad y se volvió hacia su amante. Estaba tumbado en el suelo, mirándola con la cabeza ligeramente levantada. Sus ojos centellearon con una sonrisa y, un segundo después, se apagaron y su cabeza cayó sin fuerzas al suelo.

Lian levantó la vista y vio al cazador, con un arma humeante en las manos. Al volver la vista hacia Hiroshi, vio que una mancha roja se extendía lentamente por su pecho. ¡El cazador! La había estado acechando. Se había fijado en sus movimientos cuando dejó a Hiroshi en el porche. ¡Lian era su objetivo! Hiroshi había visto al asesino, había comprendido lo que estaba a punto de ocurrir y se sacrificó para salvar a la chica.

Las lágrimas se le congelaron en los ojos y la respiración se le entrecortó en la garganta. Pero la amargura de la pérdida pronto dio paso a la sed de venganza. Lian volvió a dirigir su mirada al cazador, que estaba recargando apresuradamente su rifle. Sus ojos se volvieron fríos y vidriosos y, consumida por el odio, se lanzó hacia el cazador como una flecha. Instintivamente, extendió sus temblorosas manos, y de ellas empezaron a llover centelleantes y dolorosas esferas púrpuras sobre su enemigo.

La blanca nieve habría quedado salpicada de más sangre si no hubiera sido por Satori, que pasaba junto a una manada de zorros. Este interfirió y sujetó a Lian. Una vez que se hubo calmado, le contó su historia y cómo se había unido a los Guardianes. La invitó a unirse a ellos también y a utilizar sus nuevas habilidades, nacidas de la pasión del amor, para servir a la Luz.

El asesino, por su parte, no quedó impune. Su intento de hacerse con tan exótico trofeo lo llevó al tribunal de justicia de Strongford, donde se descubrió que era esclavo de la Oscuridad, que se había apoderado de su mente. Tras un largo proceso de purificación y recuperación, se arrepintió y pasó el resto de su vida intentando expiar su culpa ante Lian.