Cuando Markus era un bebé, lo dejaron a las puertas de la Orden de San Bran, y pasó los trece años siguientes viviendo entre los muros del monasterio. Aunque el muchacho no tenía rasgos distintivos particulares, los hermanos mayores de la Orden siempre le mostraron amabilidad y lo criaron como a uno de los suyos.

Pasaron los días y los años, hasta que un día un terrible desastre se abatió sobre el monasterio: fue atacado por las legiones de Varados. Innumerables hordas de monstruos viles asediaron la fortaleza, y los monjes de la Orden perecieron uno tras otro. Cuando los intrusos irrumpieron en el santuario más recóndito del complejo religioso, encontraron a un niño asustado sentado en el centro del patio, con los ojos cerrados de miedo.

Markus no quería morir. Rezó con todas sus fuerzas para que sus buenos hermanos monjes vivieran, y para que esta horrible pesadilla terminara. De repente, los cielos se abrieron y una columna de luz descendió al patio, convirtiendo en polvo a todos los espíritus malignos. Del rayo de sol sagrado emanó una onda de energía cálida y curativa, que devolvió la vida a todos sus hermanos caídos. Así fue como Markus adquirió poderes incomparables, otorgados por los propios dioses.

Desde entonces, Markus, el Paladín Luminoso, ha viajado por el mundo como una luz brillante en la oscuridad, un refugio y un escudo para los débiles y vulnerables.