“En ocasiones veo muertos“. Estas fueron las primeras palabras que la pequeña Lyria pronunció en un pequeño orfanato situado en un bosque al pie de las montañas. Siempre asustaba a la gente, incluso cuando era pequeña. Tanto que sus cuidadores rezaban hasta altas horas de la noche para mantener a raya sus miedos. Lyria era consciente de ello. Era consciente de muchas cosas, porque a pesar de su recóndita ubicación el orfanato albergaba varios espíritus solitarios, aburridos y con ganas de contar sus vidas. Y a Lyria se le daba muy bien escuchar. Había aprendido desde el principio que expresar su opinión era inútil si un fantasma parlanchín quería desahogarse.

Sin embargo, ninguna plegaria podría haber protegido al orfanato y a sus habitantes del ataque que un día acabó con todo. Solo quedó Lyria, que había sido rescatada por sus amigos muertos por miedo a perder a la única humana que les hacía compañía. El primer contrato de Lyria con un espíritu tuvo forma de canción infantil. Le dio el poder que necesitaba para sobrevivir al ataque al orfanato. Desde entonces, solo los muertos estaban en posición de cuidar de Lyria. Ese día también se dio cuenta de una cosa más: tendría que cuidar de los menos favorecidos. Sentó las bases de su futuro poder cuando, entre las ruinas humeantes de su hogar, consoló a los fantasmas de los trabajadores del orfanato y de los otros niños.

Lyria es una médium nata que ha podido ver y hablar con fantasmas toda su vida. Los muertos están a su servicio, pero es un acto voluntario sujeto al contrato acordado. El acuerdo es provechoso para ambas partes: los espíritus acaban encontrando el descanso y mientras Lyria cuenta con años de sus servicios. A fin de cuentas, ¿qué son unas décadas de servicio en comparación con vagar eternamente entre los vivos?

Muchas de las almas con las que Lyria tiene un contrato habitan en su armadura. Cada una tiene su historia, pero todos quieren cumplir su parte del contrato y mantenerla viva.

A veces, cuando Lyria se desconcentra, las voces de los muertos ahogan la suya y salen al mundo. Lyria se esfuerza por arreglar muchas cosas que no le parecen bien, pero necesita poder para ello. El poder de los muertos alimenta su fuerza vital, transformando la esencia de Lyria de forma extraña. Le permite ayudar a la gente (sobre todo a los muertos) de la forma que ella sabe, ajustando la situación para beneficiarse.

La motivación de Lyria es el deber, en el sentido más amplio de la palabra. Sabe que hace falta indulgencia y un poco de ironía para tratar con la gente porque ha visto su verdadera naturaleza. Sabe lo que de verdad les importa y ha escuchado las descabelladas peticiones que revelan cómo son de verdad. ¿Por qué iba a fingir alguien que ya ha muerto? A veces, si no es demasiado incordio, Lyria concede esas peticiones.

Respeta sus contratos y odia las mentiras y el juego sucio, pero eso no significa que sea amable. Lyria es una vagabunda, aunque otros dirían que es una peregrina, y le encanta viajar. En el fondo, es humana como los demás, llena de curiosidad, fatalidad y estoicismo. Es elegante a la par que directa, y fría pero compasiva. Tal vez su forma de ser se deba al tener que adaptarse a la constante presencia de una cantidad abrumadora de espíritus en su armadura.