Quienes visitan la tierra de los volcanes quedan impresionados por sus impresionantes paisajes, como si hubieran puesto un pie en otro planeta. El vapor que emana de los numerosos géiseres centellea al ponerse el sol, mientras los flujos de lava burbujeante se solidifican lentamente en formas rocosas retorcidas de otro mundo. ¡Lo único es que por aquí no hay absolutamente nada que comer! No creas a los que dicen que los dragones de lava no necesitan comida: Chabba es la prueba viviente de lo contrario.

Auténtico gourmet, valora por encima de todo una buena cena y un buen sueño. Pero hace varios años, dormir era su principal y único placer. En los páramos volcánicos no había manjares apetitosos, así que no había nada que perturbara el alma del futuro glotón. Se limitaba a tumbarse en las calientes laderas del volcán, escupiendo de vez en cuando trozos de roca al cielo.

Hasta que una mañana se despertó con un olor desconocido. Sus fosas nasales olfateaban el aire con avidez y la saliva manaba libremente de su boca llena de colmillos. Saltando de su nido rocoso, Chabba salió corriendo en busca de la fuente del maravilloso olor. Pronto llegó a una pequeña aldea, donde una joven estaba cocinando un guiso en su cocina. ¡Qué belleza! Es decir, el estofado. Encandilado por el delicioso aroma, Chabba se lanzó hacia delante, tirando torpemente algunos utensilios de la mesa y dando un susto al dueño de la casa.

El dragón se acercó lentamente a su objetivo, mientras la chica retrocedía, pálida como un fantasma. No sabía que Chabba no tenía intención de hacerle daño. De repente, algo brilló al otro lado de la ventana, seguido de un fuerte estruendo y nubes de humo. Orcos merodeadores de la Meseta de Hardan habían llegado a la aldea para esclavizar a sus habitantes. Chabba, sin embargo, sólo pensaba en una cosa, por lo que interpretó el ataque de los orcos de forma algo diferente. ¡Estos viles monstruos habían venido a llevarse su estofado!

¡Oh, qué carnicería! Los enemigos de piel verde fueron instantáneamente hechos jirones y carbonizados por el dragón protector. Cuando el polvo se hubo asentado, Chabba respiró aliviado: su guiso estaba a salvo. Los aldeanos se limitaron a contemplar perplejos los acontecimientos del día. Sólo el joven cocinero adivinó lo que buscaba, retiró la olla del fuego y se la presentó. A partir de ese día, Chabba se convirtió en el protector de la aldea, a cambio de un suministro constante de deliciosos manjares.

¿Qué tiene que ver Chabba con los Guardianes, te preguntarás? Bueno, ya sabes, ellos viajan mucho, y viajar les brinda la oportunidad de probar la cocina de todos los rincones de Dominion. ¡Saca tus propias conclusiones!