Lejos, muy lejos hacia el este, enclavada entre las montañas sin vida, se encuentra Graven, la ciudad de los elfos oscuros. La brutal guerra civil entre los elfos oscuros y los elfos de la luz dura ya más tiempo del que nadie puede recordar. Los clanes oscuros soñaban con subyugar por completo todas las tierras de sus enemigos, junto con su principal ciudadela: Riversar.

Su piel clara y su pelo plateado hacían que Estrella Oscura destacara entre sus compañeros de Graven. Esto era motivo de gran preocupación para la joven elfa: se sentía muy sola, incapaz de encontrar ni amor ni amistad, ya que tanto hombres como mujeres evitaban dejarse ver en su compañía. Culpando de todo a su extraño aspecto, Estrella Oscura sólo soñaba con una cosa: llegar a ser como los demás. Intentó teñirse el pelo y oscurecerse la piel, pero fue inútil. No la aceptaban.

Un día, fue convocada por la Madre Suprema, Ammana, que le dijo: “Estás maldita, hija mía. Has sido sometida al hechizo maligno de los magos de Riversar. Destruye al Centinela y levanta tu maldición, ¡y te convertirás en uno de los nuestros!”.

Estrella Oscura sabía que el Centinela de Riversar era un artefacto mágico que protegía la ciudadela, volviéndola inexpugnable para los elfos oscuros. Había sido creada hacía varios siglos por el más grande de los elfos de la luz, y nadie había logrado romper su hechizo. ¿Cómo podría hacerse con él?

A primera hora de la mañana siguiente, la joven fue convocada al Consejo de Madres e informada de que se había descubierto un punto débil en las defensas de Riversar. Pero un ejército entero, o incluso un solo equipo, llamaría demasiado la atención, así que se decidió que Estrella Oscura fuera sola en busca del Centinela. Ella aceptó de inmediato, impulsada por su desesperada esperanza de ser aceptada.

A la hora señalada, Estrella Oscura cruzó la frontera encantada de Riversar. Las Madres tenían razón: ¡pasó desapercibida entre las defensas! Siguiendo un mapa que le habían dado sus compañeros elfos, la muchacha se dirigió al centro de la ciudad, encontró el artefacto y lo hizo pedazos.

En ese mismo instante, un ejército de elfos oscuros inundó las tierras enemigas, destruyendo todo lo que encontraban a su paso. En una hora, los invasores habían alcanzado las murallas de Riversar.

Mientras tanto, Estrella Oscura estaba ante un gran espejo en uno de los muchos salones gloriosos de la ciudadela, contemplando su reflejo. No hubo cambios. La joven ya empezaba a darse cuenta de lo que había ocurrido. Y cuando un destacamento de guardias de Riversar irrumpió en la sala, todo quedó claro para ella. Al contemplar a los elfos de la luz por primera vez, se dio cuenta de por qué no se parecía a sus hermanos y hermanas de Graven: evidentemente, los elfos oscuros la secuestraron cuando era pequeña para que ahora, años después, pudiera infiltrarse en Riversar, destruir el Centinela y abrir el camino para que los elfos oscuros aplastaran por fin a sus enemigos de siempre. Demasiado cruel para ser verdad... Estrella Oscura sintió que el suelo caía bajo sus pies.

Cuando recobró el conocimiento, la carnicería y el caos la rodeaban. Miles de guerreros lucharon y murieron en las calles de Riversar. Y Estrella Oscura tomó una decisión: ya que se había convertido en la causa involuntaria del derramamiento de sangre, le correspondía a ella ponerle fin. Traicionada por quienes la habían criado, decidió dar un paso desesperado.

Con la mente llena de rabia y desesperación, se precipitó hacia su objetivo. Mientras la sangre brotaba del cuello de Madre Ammana, Estrella Oscura no apartó la mirada. Contempló con calma cómo se escurría la vida de la mujer que había arruinado la suya.

La muerte de la líder de los elfos oscuros cambió las tornas de la batalla. Los invasores se retiraron, mientras que Estrella Oscura permaneció en Riversar, su verdadero hogar. Sin embargo, por haber destruido al Centinela, fue despreciada y tratada como una paria. La corte de Riversar la indultó oficialmente, reconociendo su contribución a la victoria sobre los oscuros, pero dictaminó que abandonara la ciudad lo antes posible. Vagando por la tierra, conoció a la paladín Aurora, que trató a la exiliada con cariño maternal y la presentó a los Guardianes. Con ellos, Estrella Oscura se sintió en casa como nunca antes, y su deseo de amistad de toda la vida se vio por fin satisfecho. Pero el dolor de la traición nunca ha dejado de atormentar su alma.